jueves, 27 de marzo de 2014

A 90 años de aprismo, sigue vigente la propuesta antiimperialista

El 7 de mayo de 1924, en el Salón de Actos del Museo Nacional de México, el joven Víctor Raúl Haya de la Torre, en un acto simbólico, entrega al Presidente de la Federación de Estudiantes de ese país hermano, una bandera roja con el mapa de Latinoamérica en dorado, bandera que, según dijo emocionado y entre aplausos de los jóvenes asistentes  “Flameará primero sobre las soñadoras juventudes que van abriendo el camino, y más tarde serán los pueblos comprendedores de los ideales bellos y justos, los que la agiten en el tumulto estremecido de sus luchas”ese acto y esa fecha son reconocidas como de la fundación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) que después con el desarrollo de los contenidos ideológicos y programáticos, se llamó aprismo, doctrina para la acción antiimperialista, la liberación de los pueblos y la integración latinoamericana. Este año al cumplirse 90 años de esa jornada hemos querido hacer un repaso histórico de la vigencia del antiimperialismo como esencia del aprismo.

Antecedentes

De los grandes sucesos acaecidos en el mundo durante el siglo XX, las guerras mundiales han sido los más dolorosos. A inicios del siglo fue la Primera Guerra mundial, 1914-1918, que dejó una pérdida de 9 millones de combatientes y provocó el fin de los imperios europeos y sus aristocracias corruptas, propició el desarrollo capitalista, fortaleció la presencia de EE.UU. en el mundo, la modernización de los Estados imperialistas y la caída del Imperio zarista ruso, en 1917, con el surgimiento del Estado soviético. La instauración del Estado soviético fue para los pueblos oprimidos de Europa, la primera esperanza de una transformación social. Desde la publicación del Manifiesto Comunista en 1848, escrito por Carlos Marx y Federico Engels, es primera vez que en un país como Rusia, con un desarrollo capitalista en marcha, se instaura, a través del partido bolchevique, una dictadura del proletariado y se proclama la construcción del socialismo. Acontecimiento que significó para los partidos comunistas el hito de la revolución mundial y el paradigma de las revoluciones nacionales. Por otro lado en nuestro continente, se produjo la revolución mexicana (1910- 1917) que según Víctor Raúl, “…fue en la historia de las luchas sociales como el primer esfuerzo victorioso de un pueblo indoamericano contra la doble opresión feudal e imperialista”, la primera respuesta propia surgida de nuestro continente mestizo. Definido por Víctor Raúl de esta forma  “…el movimiento social mexicano es, en esencia: primero, el estallido ciudadano contra la dictadura feudal, supresora despótica de los derechos democráticos; después, el alzamiento campesino contra la clase que ese gobierno representaba, y, finalmente, acción conjunta de las masas de la ciudad y el campo- campesino, obrero y clase media-...”. (V.R. Haya de la Torre. 1935)

El aprismo como doctrina antiimperialista indoamericana

El aprismo surge en los años treinta como una respuesta ideológica inédita y autónoma a la situación de explotación indoamericana, que en esos años representaba formas de desarrollo feudal y mercantil y una creciente presencia imperialista norteamericana. Cuando en el mundo los movimientos revolucionarios estaban influenciados por el marxismo determinista de la época y los partidos comunistas eran conducidos por el tirano Stalin que proponiendo el  “triunfo del socialismo en un solo país” obligaba a priorizar, a esos partidos, sus luchas según sus dictados. En Latinoamérica los comunistas, ajenos a nuestra realidad, eran clasistas porque representaban a una clase, eran internacionalistas porque su prioridad era “el socialismo de Rusia” y antiimperialistas según la concepción leninista de imperialismo, es decir entendían éste como la última etapa del capitalismo; al respecto Víctor Raúl escribió “El doctrinarismo político en Indoamérica es casi todo repetición europea”. Por ello, para el comunismo de la época, era inconcebible el aprismo como una propuesta revolucionaria indoamericana inédita y autónoma, que propugna luchar contra un imperialismo que viene de afuera- para el aprismo,en Indoamérica, el imperialismo es la primera etapa del capitalismo -, que buscará el desarrollo de un Estado que controle las inversiones de capitales bajo estrictas condiciones, que luche por una Latinoamérica unida, libre y soberana y que propugne un partido indoamericano policlasista o de frente único, de trabajadores manuales e intelectuales. Por esta razón el comunismo internacional, desde nuestra fundación, siempre buscó destruirnos y muchas veces se unió a la derecha reaccionaria para combatirnos. En esos años también el imperialismo en Indoamérica tenía nombre propio: imperialismo norteamericano. Los EE.UU. consideraba a Latinoamérica como su patio trasero; sus empresas explotaban nuestros recursos naturales y sus tropas imponían gobiernos. A nivel nacional sus gobiernos títeres desataban las más duras persecuciones contra las organizaciones  populares; el Partido Aprista fue duramente reprimido, muchos dirigentes y militantes llenaron las cárceles y otros tantos murieron en su nombre. Eran tiempos de la política del garrote norteamericano, por su imperialismo agresivo, de las oligarquías más recalcitrantes y de las dictaduras militares más reaccionarias y crueles.



Acción contra todo totalitarismo

La segunda guerra mundial, 1939- 1945, dejó una pérdida entre 50 y 70 millones de víctimas. Propició la hegemonía imperialista mundial de EE.UU., la modernización de Japón, después de su reconstrucción, la expansión territorial de la URSS, la creación de Israel en territorios árabes, la creación de la República Popular China –tras el triunfo de la revolución de Mao en 1949-, la independencia política de las antiguas colonias europeas, el desarrollo tecnológico a partir de la energía nuclear, entre otras consecuencias. Pero sobre todo este período estuvo marcado por el surgimiento y derrota del fascismo nazi, causante  de la guerra, al que Víctor Raúl calificó como un nuevo tipo de imperialismo por su ideología racista; al respecto señaló que a este imperialismo había que temerlo doblemente “Porque no solo trae la hegemonía económica, la explotación y sojuzgamiento de los pueblos por razón de su pobreza o debilidad, sino el derecho de esclavizarlos porque son racialmente ‘inferiores’. Y esa es la esencia de la filosofía nazi- fascista que entraña la lucha de razas” (V.R. Haya de la Torre. 1970). También dejó un mundo dividido por razones ideológicas en un bloque capitalista y un bloque comunista que devino en un largo período de tensión que se llamó la “guerra fría”. Para el aprismo los hechos de este período fortalecieron el carácter democrático de su doctrina al haberse comprobado las desastrosas consecuencias de las dictaduras sean estas de derecha o de izquierda, de las burguesías o “del proletariado”, que terminaron en regímenes totalitarios que avasallaron los derechos y libertades de sus pueblos y enriquecieron a minorías gobernantes corruptas.

Acción contra todo imperialismo

La segunda mitad del siglo XX estuvo signada por una guerra sorda de éstos dos bloques dirigidos por EE.UU. y URSS que se disputaban el mundo y desarrollaban sus propias “áreas de influencia”. En ese contexto, Indoamérica no sólo sufrió la agresión económica del imperialismo sino la agresión política de EE.UU. que prefirió y auspició dictaduras militares en nuestros países que le aseguraran la sujeción y lealtad, aún a costa de las más crueles represiones a nuestros pueblos. Igualmente la Rusia soviética de la post- guerra, como resultado de un acelerado proceso de industrialización -a costa del “sacrificio” de sus campesinos ,millones murieron de hambre-, llegó a desarrollar un vigoroso capitalismo de Estado que devino en un imperialismo llamado “social imperialismo”, sostenido por sus relaciones de dominación sobre las repúblicas soviéticas adscritas a su “área de influencia”, relaciones que ejercieron con dureza, manipulando sus gobiernos, sojuzgando sus libertades y sus derechos más elementales. Por otro lado, China que inició “su reconstrucción socialista” a la sombra de Stalin, a su muerte, se rebela contra los jerarcas rusos en busca de su propio camino contra las imposiciones del imperialismo soviético, desatándose una serie de enconados antagonismos ideológicos en los cuales China acusa de revisionistas a Rusia y de ser coparticipes del imperialismo occidental. Las repercusiones en Indoamérica no se dejaron esperar: con la agresiva presencia rusa en Cuba, que en su revolución de 1959 se declaró libre y democrática para luego devenir en las manos del comunismo internacional; con la diáspora de partidos marxistas en sus diferentes versiones, leninistas, maoístas, castritas; con propuestas violentistas de guerra popular o guerrillas, etc. El aprismo denunció las políticas imperialistas de EE.UU. que aplicaban los gobiernos militares  y “la avanzada imperialista rusa en Indoamérica con la implantación de un protectorado soviético en nuestro hemisferio”. Denunció el “social imperialismo” ruso y su agresiva escalada ideológica, así como también la violencia y la vía armada como camino al poder confrontándola con la democracia como medio de llegar al poder y de gobernar con el pueblo y para el pueblo. “El principio marxista de ‘la violencia partera de la historia’, será negado y superado por una concepción y praxis superiores normativas de las relaciones humanas” (V.R. Haya de la torre. 1970)

La Caída de la URSS y el nuevo social imperialismo Chino

La caída del muro de Berlín y el desmoronamiento de la URSS fue el hecho culminante de un sistema político y económico en proceso de descomposición que no soportaba más las ligaduras de una planificación centralista y compulsiva incapaz de dirigir una economía en depresión desencadenada e incontrolable; fue también resultado de las luchas del pueblo ruso por mejores niveles de vida y espacios de libertad, de la acción de los pueblos oprimidos de las repúblicas socialistas agobiados por el hambre y la desesperación y por la corrupción de las cúpulas gobernantes. La debacle de la llamada “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas” no solo representó la caída del socialismo real sino también provocó la desintegración del bloque soviético en pequeñas repúblicas independientes, las posteriores luchas raciales y/o religiosas fraccionaron más a las ex -repúblicas. Hasta hoy muchas de ellas no logran superar la anarquía y el desgobierno. A nivel político representó no solo el fracaso de la experiencia socialista también trajo consigo la desaparición o anquilosamiento de los partidos comunistas y de los partidos de diferentes matices marxistas leninistas, haciendo evidente su dependencia ideológica y hasta económica del Moscú soviético. Solo ha quedado China, gracias a su independencia respecto al ex –bloque soviético, que se declaró “socialista” y actualmente experimenta un alto desarrollo gracias a su planificación compulsiva con “concesiones” capitalistas en las cuales, los bajos costos de la mano de obra y las precarias condiciones de los trabajadores son la base y la atracción de la inversión. Es también el país que en los últimos tiempos más multimillonarios ha producido en el mundo a pesar que todavía mantienen millones de chinos en situación de pobreza, 80 millones según estadística oficiales. Desarrolla una agresiva expansión imperialista, a través de sus empresas estatales, en países Africanos y en países indoamericanos en muchos de los cuales está comprando tierras de cultivo y/o con sus empresas públicas realizan actividades extractivas, acompañadas de la acción de una diplomacia notoriamente imperialista.

La globalización y el neo imperialismo de las empresas multinacionales

La desaparición de la bipolaridad mundial capitalista- socialista, ha permitido un mundo multipolar donde los antiguos Estados imperialistas pugnan por recomponer favorables posicionamientos en un mundo con nuevos actores protagónicos como una China agresiva y un mundo árabe convulsionado por la presencia incómoda de Israel y el fanatismo de sus religiones. Dicha desaparición también ha tenido otros efectos, sin barreras políticas ni grandes diferencias económicas y gracias a las nuevas tecnologías de informática, telecomunicaciones y transporte, se ha creado un único espacio mundial de interdependencias, flujos y movilidades, que constituye el ámbito de la nueva economía y cultura global, que hoy se llama Globalización. Precisamente, gracias a esa globalización y sin “el peligro comunista” las empresas multinacionales dejaron sus bunker en los Estados imperialistas y pugnaron por conquistar el mundo, para ello cambiaron su procesos de producción (postfordismo y neofordismo) de tal manera que les permitiera más flexibilidad, utilizando plantas en países en desarrollo favoreciéndose con la mano de obra barata y las ventajas tributarias ofrecidas por esos países. Dicha estrategia afectó a los Estados imperialistas porque permitió que las empresas multinacionales poco a poco se fueran desprendiendo de aquellos Estados. Los infaustos sucesos del 11 de setiembre del 2001, conocido como el asalto a las torres gemelas de Nueva York, fue para EE.UU, además del dolor y las vidas perdidas, la oportunidad de recuperar su hegemonía levantando el terrorismo como amenaza mundial, a costa de Irak y a despecho de las empresas multinacionales que ya habían iniciado su desarrollo autónomo. Dicha situación tuvo un alto costo militar, que en los años sucesivos desencadenó la crisis financiera y económica que hasta hoy no superan, crisis que por supuesto, gracias a la globalización, alcanzó a otros países como los europeos. El desarrollo de las transnacionales continúa mejorando sus procesos productivos: tecnificando permanentemente sus plantas matrices ubicadas en ciudades de países imperialistas y requiriendo  cada vez menos mano de obra afectando los índices de ocupación en esos países, mientras que en los países en desarrollo, con sus plantas de menor complejidad, generan más empleo  aunque precario. Presentándose la paradoja mundial de tener países imperialistas casi en quiebra y empresas multinacionales con grandes ganancias. Gracias a ello, hoy se vislumbra un Estado imperialista militar, los EE.UU., que trata de retener sus transnacionales ofreciendo protección contra el terrorismo y ventajas tributarias; las ansías hegemónicas de Alemania gracias a la reconstrucción de la Unión Europea, el surgimiento de un nuevo social imperialismo en China y el incipiente pero agresivo desarrollo de un neo imperialismo de empresas transnacionales que como tal manejan gobiernos e imponen condiciones de producción a los países en desarrollo. A diferencia de los países de África y Asia donde las empresas imperialistas han instalado sus plantas de ensamblaje o maquila, en Indoamérica se vive una aparente bonanza provocada por la voracidad de las empresas públicas de China y de las transnacionales privadas que están explotando nuestros recursos naturales y materias primas en condiciones que afectan nuestro medio ambiente, la salud de las personas, retribuyéndonos con salarios efímeros.


Vigencia del aprismo en el siglo XXI

A catorce años del siglo XXI, el aprismo ha mantenido la validez de sus tesis fundamentales. “El planteamiento doctrinario aprista del imperialismo, como etapa inferior o inicial del capitalismo industrial en los países subdesarrollados, a donde la expansión de aquél, es ya por irrefutable, unánimemente reconocido”(V.R. Haya de la Torre, 1972) planteamiento central  que va acompañado con la necesidad de un Estado antiimperialista, que discrimine del capital necesario y bueno de otros innecesarios y peligrosos, y que controle las inversiones bajo estrictas condiciones para proteger el medio ambiente, nuestros principales recursos como agua y cultivos, nuestras poblaciones nativas y garanticen calidad de vida a sus trabajadores. La garantía que acepten nuestras condiciones es la necesidad que tienen de invertir, las ventajas que dan nuestros recursos naturales y el ofrecer estabilidad para su explotación. Pero habrá mayor garantía si los países indoamericanos tenemos una política común al respecto; aquí sobresale otra tesis aprista la unidad política de América Latina, la integración latinoamericana como instrumento de acción antiimperialista para que podamos poner condiciones comunes al capital externo, a la inversión multinacional, a la inversión imperialista venga de donde venga y así podamos construir una Indoamérica justa y libre. A la fecha se han desarrollado formas de integración regional como la UNASUR y la CELAC; éstas todavía se encuentran en ciernes y agobiadas por hegemonismos improductivos que orientan sus objetivos a solucionar problemas particulares de algunos países, olvidando o ignorando la capacidad de negociación que tendríamos si pudiéramos definir plataformas comunes. Es pertinente recordar la plataforma planteada por el presente blog:

  •  Legislación ambiental común que obligue a las transnacionales a cumplir altos estándares medioambientales, al menos los internacionales.
  • Tratamiento común de inversión extranjera que eleve la participación de los Estados en las ventas y ganancias de las transnacionales.
  • Obligación de las transnacionales al uso de tecnologías limpias y que contribuyan a la formación de profesionales y técnicos nativos.
  • Incremento de la inversión social y en infraestructura en el área de influencia de la explotación empresarial. 
  • Legislación laboral común que proteja a los trabajadores y sus familias, garantizando salarios que les permitan una mejor calidad de vida.

“En los países subdesarrollados la lucha por su desarrollo no es una lucha de clases sino de pueblos …Del mismo modo, el movimiento antiimperialista por la integración o unidad económica y política continental indoamericana preconizada por el APRA, es también causa y lucha de pueblos; que no exclusivamente de una determinada clase. Y son los trabajadores manuales e intelectuales, políticamente organizados, quienes deben ser sus conductores”(V. R. Haya de la Torre, 1970)