A 90 años de aprismo, sigue vigente la
propuesta antiimperialista
El 7 de mayo de 1924, en el Salón de Actos del Museo
Nacional de México, el joven Víctor Raúl Haya de la Torre, en un acto simbólico,
entrega al Presidente de la Federación de Estudiantes de ese país hermano, una
bandera roja con el mapa de Latinoamérica en dorado, bandera que, según dijo
emocionado y entre aplausos de los jóvenes asistentes “Flameará
primero sobre las soñadoras juventudes que van abriendo el camino, y más tarde
serán los pueblos comprendedores de los ideales bellos y justos, los que la
agiten en el tumulto estremecido de sus luchas”, ese acto y esa fecha son reconocidas como de la
fundación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) que después con
el desarrollo de los contenidos ideológicos y programáticos, se llamó aprismo,
doctrina para la acción antiimperialista, la liberación de los pueblos y la
integración latinoamericana. Este año al cumplirse 90 años de esa jornada hemos
querido hacer un repaso histórico de la vigencia del antiimperialismo como
esencia del aprismo.
Antecedentes
De los grandes sucesos acaecidos en el mundo durante
el siglo XX, las guerras mundiales han sido los más dolorosos. A inicios del
siglo fue la Primera Guerra mundial, 1914-1918, que dejó una pérdida de 9
millones de combatientes y provocó el fin de los imperios europeos y sus
aristocracias corruptas, propició el desarrollo capitalista, fortaleció la
presencia de EE.UU. en el mundo, la modernización de los Estados imperialistas
y la caída del Imperio zarista ruso, en 1917, con el surgimiento del Estado
soviético. La instauración del Estado soviético fue para los pueblos oprimidos
de Europa, la primera esperanza de una transformación social. Desde la
publicación del Manifiesto Comunista en 1848, escrito por Carlos Marx y
Federico Engels, es primera vez que en un país como Rusia, con un desarrollo
capitalista en marcha, se instaura, a través del partido bolchevique, una
dictadura del proletariado y se proclama la construcción del socialismo.
Acontecimiento que significó para los partidos comunistas el hito de la
revolución mundial y el paradigma de las revoluciones nacionales. Por otro lado
en nuestro continente, se produjo la revolución mexicana (1910- 1917) que según
Víctor Raúl, “…fue en la historia de las
luchas sociales como el primer esfuerzo victorioso de un pueblo indoamericano
contra la doble opresión feudal e imperialista”, la primera respuesta
propia surgida de nuestro continente mestizo. Definido por Víctor Raúl de esta
forma “…el movimiento social mexicano es, en esencia: primero, el estallido
ciudadano contra la dictadura feudal, supresora despótica de los derechos
democráticos; después, el alzamiento campesino contra la clase que ese gobierno
representaba, y, finalmente, acción conjunta de las masas de la ciudad y el
campo- campesino, obrero y clase media-...”. (V.R. Haya de la Torre. 1935)
El aprismo como doctrina antiimperialista
indoamericana
El aprismo surge en los años treinta como una
respuesta ideológica inédita y autónoma a la situación de explotación
indoamericana, que en esos años representaba formas de desarrollo feudal y
mercantil y una creciente presencia imperialista norteamericana. Cuando en el
mundo los movimientos revolucionarios estaban influenciados por el marxismo
determinista de la época y los partidos comunistas eran conducidos por el
tirano Stalin que proponiendo el
“triunfo del socialismo en un solo país” obligaba a priorizar, a esos
partidos, sus luchas según sus dictados. En Latinoamérica los comunistas,
ajenos a nuestra realidad, eran clasistas porque representaban a una clase,
eran internacionalistas porque su prioridad era “el socialismo de Rusia” y
antiimperialistas según la concepción leninista de imperialismo, es decir
entendían éste como la última etapa del capitalismo; al respecto Víctor Raúl
escribió “El doctrinarismo político en
Indoamérica es casi todo repetición europea”. Por ello, para el comunismo
de la época, era inconcebible el aprismo como una propuesta revolucionaria
indoamericana inédita y autónoma, que propugna luchar contra un imperialismo
que viene de afuera- para el aprismo,en Indoamérica, el
imperialismo es la primera etapa del capitalismo -, que buscará el desarrollo
de un Estado que controle las inversiones de capitales bajo estrictas
condiciones, que luche por una Latinoamérica unida, libre y soberana y que
propugne un partido indoamericano policlasista o de frente único, de
trabajadores manuales e intelectuales. Por esta razón el comunismo
internacional, desde nuestra fundación, siempre buscó destruirnos y muchas
veces se unió a la derecha reaccionaria para combatirnos. En esos años también
el imperialismo en Indoamérica tenía nombre propio: imperialismo norteamericano.
Los EE.UU. consideraba a Latinoamérica como su patio trasero; sus empresas
explotaban nuestros recursos naturales y sus tropas imponían gobiernos. A nivel
nacional sus gobiernos títeres desataban las más duras persecuciones contra las
organizaciones populares; el Partido
Aprista fue duramente reprimido, muchos dirigentes y militantes llenaron las
cárceles y otros tantos murieron en su nombre. Eran tiempos de la política del
garrote norteamericano, por su imperialismo agresivo, de las oligarquías más
recalcitrantes y de las dictaduras militares más reaccionarias y crueles.
Acción contra todo totalitarismo
La segunda guerra mundial, 1939- 1945, dejó una pérdida
entre 50 y 70 millones de víctimas. Propició la hegemonía imperialista mundial
de EE.UU., la modernización de Japón, después de su reconstrucción, la
expansión territorial de la URSS, la creación de Israel en territorios árabes,
la creación de la República Popular China –tras el triunfo de la revolución de
Mao en 1949-, la independencia política de las antiguas colonias europeas, el
desarrollo tecnológico a partir de la energía nuclear, entre otras
consecuencias. Pero sobre todo este período estuvo marcado por el surgimiento y
derrota del fascismo nazi, causante de
la guerra, al que Víctor Raúl calificó como un nuevo tipo de imperialismo por
su ideología racista; al respecto señaló que a este imperialismo había que
temerlo doblemente “Porque no solo trae
la hegemonía económica, la explotación y sojuzgamiento de los pueblos por razón
de su pobreza o debilidad, sino el derecho de esclavizarlos porque son
racialmente ‘inferiores’. Y esa es la esencia de la filosofía nazi- fascista
que entraña la lucha de razas” (V.R. Haya de la Torre. 1970). También dejó
un mundo dividido por razones ideológicas en un bloque capitalista y un bloque
comunista que devino en un largo período de tensión que se llamó la “guerra
fría”. Para el aprismo los hechos de este período fortalecieron el carácter
democrático de su doctrina al haberse comprobado las desastrosas consecuencias
de las dictaduras sean estas de derecha o de izquierda, de las burguesías o
“del proletariado”, que terminaron en regímenes totalitarios que avasallaron los
derechos y libertades de sus pueblos y enriquecieron a minorías gobernantes
corruptas.
Acción contra todo imperialismo
La segunda mitad del siglo XX estuvo signada por una
guerra sorda de éstos dos bloques dirigidos por EE.UU. y URSS que se disputaban
el mundo y desarrollaban sus propias “áreas de influencia”. En ese contexto,
Indoamérica no sólo sufrió la agresión económica del imperialismo sino la
agresión política de EE.UU. que prefirió y auspició dictaduras militares en
nuestros países que le aseguraran la sujeción y lealtad, aún a costa de las más
crueles represiones a nuestros pueblos. Igualmente la Rusia soviética de la
post- guerra, como resultado de un acelerado proceso de industrialización -a
costa del “sacrificio” de sus campesinos ,millones murieron de hambre-, llegó a
desarrollar un vigoroso capitalismo de Estado que devino en un imperialismo llamado
“social imperialismo”, sostenido por sus relaciones de dominación sobre las
repúblicas soviéticas adscritas a su “área de influencia”, relaciones que
ejercieron con dureza, manipulando sus gobiernos, sojuzgando sus libertades y
sus derechos más elementales. Por otro lado, China que inició “su
reconstrucción socialista” a la sombra de Stalin, a su muerte, se rebela contra
los jerarcas rusos en busca de su propio camino contra las imposiciones del
imperialismo soviético, desatándose una serie de enconados antagonismos
ideológicos en los cuales China acusa de revisionistas a Rusia y de ser
coparticipes del imperialismo occidental. Las repercusiones en Indoamérica no
se dejaron esperar: con la agresiva presencia rusa en Cuba, que en su
revolución de 1959 se declaró libre y democrática para luego devenir en las
manos del comunismo internacional; con la diáspora de partidos marxistas en sus
diferentes versiones, leninistas, maoístas, castritas; con propuestas
violentistas de guerra popular o guerrillas, etc. El aprismo denunció las
políticas imperialistas de EE.UU. que aplicaban los gobiernos militares y “la avanzada imperialista rusa en
Indoamérica con la implantación de un protectorado soviético en nuestro
hemisferio”. Denunció el “social imperialismo” ruso y su agresiva escalada
ideológica, así como también la violencia y la vía armada como camino al poder confrontándola
con la democracia como medio de llegar al poder y de gobernar con el pueblo y
para el pueblo. “El principio marxista
de ‘la violencia partera de la historia’, será negado y superado por una
concepción y praxis superiores normativas de las relaciones humanas” (V.R.
Haya de la torre. 1970)
La Caída de la URSS y el nuevo social imperialismo
Chino
La caída del muro de Berlín y el desmoronamiento de la
URSS fue el hecho culminante de un sistema político y económico en proceso de
descomposición que no soportaba más las ligaduras de una planificación
centralista y compulsiva incapaz de dirigir una economía en depresión
desencadenada e incontrolable; fue también resultado de las luchas del pueblo
ruso por mejores niveles de vida y espacios de libertad, de la acción de los
pueblos oprimidos de las repúblicas socialistas agobiados por el hambre y la
desesperación y por la corrupción de las cúpulas gobernantes. La debacle de la
llamada “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas” no solo representó la
caída del socialismo real sino también provocó la desintegración del bloque
soviético en pequeñas repúblicas independientes, las posteriores luchas
raciales y/o religiosas fraccionaron más a las ex -repúblicas. Hasta hoy muchas
de ellas no logran superar la anarquía y el desgobierno. A nivel político representó
no solo el fracaso de la experiencia socialista también trajo consigo la
desaparición o anquilosamiento de los partidos comunistas y de los partidos de
diferentes matices marxistas leninistas, haciendo evidente su dependencia
ideológica y hasta económica del Moscú soviético. Solo ha quedado China,
gracias a su independencia respecto al ex –bloque soviético, que se declaró
“socialista” y actualmente experimenta un alto desarrollo gracias a su
planificación compulsiva con “concesiones” capitalistas en las cuales, los
bajos costos de la mano de obra y las precarias condiciones de los trabajadores
son la base y la atracción de la inversión. Es también el país que en los
últimos tiempos más multimillonarios ha producido en el mundo a pesar que
todavía mantienen millones de chinos en situación de pobreza, 80 millones según
estadística oficiales. Desarrolla una agresiva expansión imperialista, a través
de sus empresas estatales, en países Africanos y en países indoamericanos en
muchos de los cuales está comprando tierras de cultivo y/o con sus empresas
públicas realizan actividades extractivas, acompañadas de la acción de una
diplomacia notoriamente imperialista.
La globalización y el neo imperialismo de las empresas
multinacionales
La desaparición de la bipolaridad mundial capitalista-
socialista, ha permitido un mundo multipolar donde los antiguos Estados
imperialistas pugnan por recomponer favorables posicionamientos en un mundo con
nuevos actores protagónicos como una China agresiva y un mundo árabe
convulsionado por la presencia incómoda de Israel y el fanatismo de sus
religiones. Dicha desaparición también ha tenido otros efectos, sin barreras
políticas ni grandes diferencias económicas y gracias a las nuevas tecnologías
de informática, telecomunicaciones y transporte, se ha creado un único espacio mundial de interdependencias,
flujos y movilidades, que constituye el ámbito de la nueva economía y cultura
global, que hoy se llama Globalización.
Precisamente, gracias a esa globalización y sin “el peligro comunista” las
empresas multinacionales dejaron sus bunker en los Estados imperialistas y
pugnaron por conquistar el mundo, para ello cambiaron su procesos de producción
(postfordismo y neofordismo) de tal manera que les permitiera más flexibilidad,
utilizando plantas en países en desarrollo favoreciéndose con la mano de obra
barata y las ventajas tributarias ofrecidas por esos países. Dicha estrategia
afectó a los Estados imperialistas porque permitió que las empresas
multinacionales poco a poco se fueran desprendiendo de aquellos Estados. Los
infaustos sucesos del 11 de setiembre del 2001, conocido como el asalto a las
torres gemelas de Nueva York, fue para EE.UU, además del dolor y las vidas
perdidas, la oportunidad de recuperar su hegemonía levantando el terrorismo
como amenaza mundial, a costa de Irak y a despecho de las empresas
multinacionales que ya habían iniciado su desarrollo autónomo. Dicha situación
tuvo un alto costo militar, que en los años sucesivos desencadenó la crisis
financiera y económica que hasta hoy no superan, crisis que por supuesto,
gracias a la globalización, alcanzó a otros países como los europeos. El
desarrollo de las transnacionales continúa mejorando sus procesos productivos:
tecnificando permanentemente sus plantas matrices ubicadas en ciudades de
países imperialistas y requiriendo cada
vez menos mano de obra afectando los índices de ocupación en esos países,
mientras que en los países en desarrollo, con sus plantas de menor complejidad,
generan más empleo aunque precario.
Presentándose la paradoja mundial de tener países imperialistas casi en quiebra
y empresas multinacionales con grandes ganancias. Gracias a ello, hoy se
vislumbra un Estado imperialista militar, los EE.UU., que trata de retener sus
transnacionales ofreciendo protección contra el terrorismo y ventajas
tributarias; las ansías hegemónicas de Alemania gracias a la reconstrucción de
la Unión Europea, el surgimiento de un nuevo social imperialismo en China y el
incipiente pero agresivo desarrollo de un neo imperialismo de empresas
transnacionales que como tal manejan gobiernos e imponen condiciones de
producción a los países en desarrollo. A diferencia de los países de África y
Asia donde las empresas imperialistas han instalado sus plantas de ensamblaje o
maquila, en Indoamérica se vive una aparente bonanza provocada por la voracidad
de las empresas públicas de China y de las transnacionales privadas que están
explotando nuestros recursos naturales y materias primas en condiciones que
afectan nuestro medio ambiente, la salud de las personas, retribuyéndonos con
salarios efímeros.
Vigencia del aprismo en el siglo
XXI
A catorce años del siglo XXI, el aprismo ha mantenido
la validez de sus tesis fundamentales. “El
planteamiento doctrinario aprista del imperialismo, como etapa inferior o
inicial del capitalismo industrial en los países subdesarrollados, a donde la
expansión de aquél, es ya por irrefutable, unánimemente reconocido”(V.R.
Haya de la Torre, 1972) planteamiento central
que va acompañado con la necesidad de un Estado antiimperialista, que
discrimine del capital necesario y bueno de otros innecesarios y peligrosos, y
que controle las inversiones bajo estrictas condiciones para proteger el medio
ambiente, nuestros principales recursos como agua y cultivos, nuestras
poblaciones nativas y garanticen calidad de vida a sus trabajadores. La
garantía que acepten nuestras condiciones es la necesidad que tienen de
invertir, las ventajas que dan nuestros recursos naturales y el ofrecer estabilidad
para su explotación. Pero habrá mayor garantía si los países indoamericanos
tenemos una política común al respecto; aquí sobresale otra tesis aprista la unidad política de América Latina, la
integración latinoamericana como instrumento de acción antiimperialista para
que podamos poner condiciones comunes al capital externo, a la inversión
multinacional, a la inversión imperialista venga de donde venga y así podamos
construir una Indoamérica justa y libre. A la fecha se han desarrollado formas de integración regional como la
UNASUR y la CELAC; éstas todavía se encuentran en ciernes y agobiadas por
hegemonismos improductivos que orientan sus objetivos a solucionar problemas
particulares de algunos países, olvidando o ignorando la capacidad de
negociación que tendríamos si pudiéramos definir plataformas comunes. Es pertinente recordar la plataforma planteada por el presente blog:
- Legislación ambiental común que obligue a las transnacionales a cumplir altos estándares medioambientales, al menos los internacionales.
- Tratamiento común de inversión extranjera que
eleve la participación de los Estados en las ventas y ganancias de las
transnacionales.
- Obligación de las transnacionales al uso de
tecnologías limpias y que contribuyan a la formación de profesionales y
técnicos nativos.
- Incremento de la inversión social y en
infraestructura en el área de influencia de la explotación
empresarial.
- Legislación laboral común que proteja a los trabajadores y sus familias, garantizando salarios que les permitan una mejor calidad de vida.
“En los países subdesarrollados la lucha por su desarrollo no es una
lucha de clases sino de pueblos …Del mismo modo, el movimiento antiimperialista
por la integración o unidad económica y política continental indoamericana
preconizada por el APRA, es también causa y lucha de pueblos; que no
exclusivamente de una determinada clase. Y son los trabajadores manuales e
intelectuales, políticamente organizados, quienes deben ser sus conductores”(V. R. Haya de la Torre, 1970)