miércoles, 9 de mayo de 2012

El RE-ACOMODO IMPERIALISTA Y LAS NUEVAS TAREAS DE LUCHA EN INDOAMÉRICA

Antes de la simbólica caída del muro de Berlín el mundo se dividía en países de la llamada órbita capitalista y países de la órbita socialista, ambos dirigidos por EE.UU. y la entonces Unión Soviética respectivamente, eran tiempos de bipolaridad mundial en la que dichas potencias se disputaban la hegemonía del mundo, tiempos de amenaza latente de guerra nuclear, de dominio económico e intromisión militar en los países de sus área de influencia, eran tiempos del imperialismo de viejo cuño, el imperialismo de Estado. Dichas potencias ejercían su dominio económico con marcadas diferencias: en la órbita socialista esta dominación se manifestaba a través de los partidos únicos que en sus países satélites imponían gobiernos y permitían la total sujeción a las políticas del poder soviético ruso; en la órbita capitalista dicha dominación era a través de las empresas imperialistas que expoliaban recursos y drenaban la economías de los países sometidos con el respaldo del gobierno norteamericano que con corrupción y hasta con prepotencia militar imponía gobiernos pusilánimes a dichos intereses.

Después de la caída del muro de Berlín y la debacle del sistema soviético se configuró un mundo unipolar bajo la égida de EE.UU. que permitió a las empresas imperialistas su reingeniería ante un mercado global y único que trajo como consecuencia una nueva división internacional de trabajo y sobre todo mayores niveles de autonomía respecto a los gobiernos, inclusive el de EE.UU., el otrora guardián de sus intereses. Muchos de sus “gurús” hablaban de prescindir de los Estados y crear un gobierno mundial dirigido por los empresarios y de conformidad con sus intereses. Lo que no percibieron era que la caída del sistema soviético iba a despertar viejos nacionalismos teocráticos en sus ex colonias que, en el extremo del fanatismo, provocarían los atentados del 11 de setiembre de 2001 que le permitió a EE.UU., dentro ese terrible drama, retomar su papel de guardián y cancerbero del imperialismo y arrasar con brutalidad criminal a Irak.



A más de 10 años de dichos atentados se vislumbra un mundo multipolar con nuevos protagonistas entre los que sobresalen: la Unión Europea, China, la Rusia “democrática”, entre los principales; aunque EE.UU. aún mantiene su poderío militar y su función policiaca de custodio de los intereses del capitalismo. Lo novedoso aquí es que EE.UU., la Unión Europea y el mundo capitalista atraviesan una larga crisis que ya lleva varios trimestres, mientras que las empresas multinacionales “exitosamente” se han expandido globalmente transcendiendo fronteras, eludiendo controles nacionales, sobreexplotando recursos, contaminando el ambiente  y mal barateando la mano de obra nativa obteniendo por ello altos niveles de rentabilidad, presentándose así una extraña paradoja a considerar en los nuevos paradigmas antimperialistas “los otrora países imperialistas están quebrados y las empresas transnacionales imperialistas siguen multiplicando sus ganancias”. Como resultado de ello o por ello los gobiernos imperialistas tienen cada vez menos poder económico mundial pero inmensa fuerza militar y las empresas multinacionales un creciente poder económico mundial y con cada vez mayores niveles de autonomía respecto a los gobiernos imperialistas.
A contrapelo de lo que les sucede a los países imperialistas, Indoamérica- aparentemente- atraviesa por una etapa de bonanza económica “gracias” a la explotación de sus materias primas por parte de las empresas multinacionales, que a su vez por ello, perciben ingentes ganancias, según la CEPAL en la última década la repatriación de las utilidades de las empresas extranjeras que operan en América latina, se cuadriplicó de 20 mil millones a 84 mil millones de dólares habiendo alcanzado en el 2008 el tope de 93 mil millones de dólares; dicha explotación además de representar una expoliación también constituye una de las peores formas de agresión por los daños colaterales irreparables sobre el medio ambiente, la agricultura, el agua, la salud de las personas, etc. que de continuar nos puede llevar a convertirnos en un subcontinente de países fallidos, subdesarrollados y sin futuro.

Si bien la culpa de la situación se debe al contubernio de la mayoría de los actuales gobiernos con las empresas imperialistas, por lo que la primera tarea debe ser política, también es importante ir preparando y agitando una agenda común para todos los países indoamericanos de exigencia a las  empresas imperialistas, como:

·         Legislación ambiental común que obligue a las transnacionales a cumplir con altos estándares medioambientales, por lo menos los internacionales.
·         Tratamiento común de inversión extranjera que eleve la participación de los Estados en las ventas y ganancias de las transnacionales.
·         Obligación de las transnacionales al uso de tecnologías limpias y a que contribuya a la formación de profesionales y técnicos nativos.
·         Incremento de la inversión social y en infraestructura en el área de influencia de la explotación empresarial.  
·         Legislación laboral común que proteja a los trabajadores y sus familias, con salarios que les permitan una mejor calidad de vida.

La integración indoamericana es una meta revolucionaria que nos hará libres y que traerá justicia para nuestros pueblos pero que deberá realizarse poco a poco encontrando el camino de las tareas comunes dentro de la lucha antimperialista.

Miércoles, 09 de mayo de 2012.