Después de la caída del muro de Berlín
y la debacle del sistema soviético se configuró un mundo unipolar bajo la égida
de EE.UU. que permitió a las empresas imperialistas su reingeniería ante un
mercado global y único que trajo como consecuencia una nueva división
internacional de trabajo y sobre todo mayores niveles de autonomía respecto a los
gobiernos, inclusive el de EE.UU., el otrora guardián de sus intereses. Muchos de sus “gurús” hablaban de prescindir de los Estados y crear un gobierno
mundial dirigido por los empresarios y de conformidad con sus intereses. Lo que
no percibieron era que la caída del sistema soviético iba a despertar viejos
nacionalismos teocráticos en sus ex colonias que, en el extremo del fanatismo, provocarían
los atentados del 11 de setiembre de 2001 que le permitió a EE.UU., dentro ese
terrible drama, retomar su papel de guardián y cancerbero del imperialismo y
arrasar con brutalidad criminal a Irak.
A más de 10 años de dichos atentados
se vislumbra un mundo multipolar con nuevos protagonistas entre los que
sobresalen: la Unión Europea, China, la Rusia “democrática”, entre los principales;
aunque EE.UU. aún mantiene su poderío militar y su función policiaca de
custodio de los intereses del capitalismo. Lo novedoso aquí es que EE.UU., la
Unión Europea y el mundo capitalista atraviesan una larga crisis que ya lleva
varios trimestres, mientras que las empresas multinacionales “exitosamente” se
han expandido globalmente transcendiendo fronteras, eludiendo controles
nacionales, sobreexplotando recursos, contaminando el ambiente y mal barateando la mano de obra nativa
obteniendo por ello altos niveles de rentabilidad, presentándose así una
extraña paradoja a considerar en los nuevos paradigmas antimperialistas “los
otrora países imperialistas están quebrados y las empresas transnacionales
imperialistas siguen multiplicando sus ganancias”. Como resultado de
ello o por ello los gobiernos imperialistas tienen cada vez menos poder
económico mundial pero inmensa fuerza militar y las empresas multinacionales un
creciente poder económico mundial y con cada vez mayores niveles de autonomía
respecto a los gobiernos imperialistas.
A contrapelo de lo que les sucede a
los países imperialistas, Indoamérica- aparentemente- atraviesa por una etapa
de bonanza económica “gracias” a la explotación de sus materias primas por
parte de las empresas multinacionales, que a su vez por ello, perciben ingentes
ganancias, según la CEPAL en la última década la repatriación de las utilidades
de las empresas extranjeras que operan en América latina, se cuadriplicó de 20
mil millones a 84 mil millones de dólares habiendo alcanzado en el 2008 el tope
de 93 mil millones de dólares; dicha explotación además de representar una expoliación
también constituye una de las peores formas de agresión por los daños
colaterales irreparables sobre el medio ambiente, la agricultura, el agua, la
salud de las personas, etc. que de continuar nos puede llevar a convertirnos en
un subcontinente de países fallidos, subdesarrollados y sin futuro.
Si bien la culpa de la situación se
debe al contubernio de la mayoría de los actuales gobiernos con las empresas
imperialistas, por lo que la primera tarea debe ser política, también es importante
ir preparando y agitando una agenda común para todos los países indoamericanos
de exigencia a las empresas
imperialistas, como:
·
Legislación
ambiental común que obligue a las transnacionales a cumplir con altos
estándares medioambientales, por lo menos los internacionales.
·
Tratamiento
común de inversión extranjera que eleve la participación de los Estados en las ventas
y ganancias de las transnacionales.
·
Obligación
de las transnacionales al uso de tecnologías limpias y a que contribuya a la formación
de profesionales y técnicos nativos.
·
Incremento
de la inversión social y en infraestructura en el área de influencia de la explotación
empresarial.
·
Legislación
laboral común que proteja a los trabajadores y sus familias, con salarios que
les permitan una mejor calidad de vida.
La integración indoamericana es una
meta revolucionaria que nos hará libres y que traerá justicia para nuestros pueblos
pero que deberá realizarse poco a poco encontrando el camino de las tareas
comunes dentro de la lucha antimperialista.
Miércoles, 09 de mayo de 2012.
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